El Brexit ha sido
sin duda uno de los acontecimientos políticos de 2016. Mucho se ha dicho y
escrito al respecto y muchísimo más se dirá y se escribirá en los próximos
años. Mucho de ello me resulta enormemente sorprendente. Dos ejemplos: que se
diga en Inglaterra que el pueblo ha dado una respuesta rotunda a la cuestión
planteada (cuando la victoria del “leave” fue más bien estrecha) o que en
España me hayan preguntado con insistencia si habría un segundo referéndum.
Es por ello que
pienso que la cuestión requiere un análisis profundo y desapasionado más allá
del fanatismo político y de los sentimientos de todo tipo que han presidido el
proceso. El tema tiene mucha importancia para el Reino Unido y para Europa
continental. Negarse a ver ciertas realidades no va a llevarnos muy lejos, pero
como de costumbre el ser humano con su arrogancia y sus limitaciones (de las
que no somos conscientes) toma falacias por verdades y decide basándose en
prejuicios.
Hay que empezar
diciendo que el Reino Unido ha sido de siempre el país más crítico con las
estructuras de la Unión Europea. Viniendo de España que es un país muy
europeísta, vivir aquí me ha ayudado a ser más crítico con el proceso de
“construcción Europea”. La Unión Europea ha servido para cimentar un periodo
muy largo de paz y prosperidad en Europa, es cierto. Pero no lo es menos que
las estructuras de “integración” son profundamente antidemocráticas y escapan
al control que nos parece inaceptable a nivel nacional. Básicamente los poderes
en Bruselas escapan a la supervisión política y económica de los ciudadanos y
hacen a menudo lo que les viene en gana sin que nadie ponga orden. Por otra
parte, haber sido una herramienta de paz y progreso no significa que no haya
que adaptarse al paso del tiempo y dar por santificada a una institución por
haber sido beneficiosa en el pasado.
El mercado único
es ciertamente una herramienta increíblemente valiosa desde el punto de vista
económico. También el movimiento de capitales y personas del que yo
personalmente me he beneficiado. En el caso del Euro debería haber división de
opiniones, ya que la moneda única ha creado tensiones y es difícil que un área
monetaria funcione bien no habiendo armonización fiscal. Lo que en mi opinión
va un paso más allá de lo aconsejable es creer hacer una unión política entre
los estados miembros. Por muchos motivos. Primero porque avanzar en la unión
política cuando queda tanto por hacer en la unión económica es querer correr
sin saber andar. Pero quizás el argumento más poderoso es que yo no veo un
apetito de unificación política entre los ciudadanos. La mayoría de europeos se
siente ciudadano de su país antes que ciudadano de Europa. Por otro lado un
portugués tiene poco que ver con un estonio en valores, cultura e idioma. Para
comerciar eso no importa, pero para unirnos en un solo país si y mucho.
En resumen, que
me parece que se han cometido muchos errores por seguir una agenda política y
no pensar en las consecuencias a todos los niveles de ir fomentando una mayor
integración. Es como si el proceso europeo se hace con una filosofía de “a ver
qué pasa”. Los distintos estados han cedido poder a la Unión sin el debido
proceso de consulta a los ciudadanos. La repetición del referéndum irlandés es
muy sintomática. La ausencia de consultas sobre tratados como el de Maastricht
o el de Lisboa en la mayoría de países altera el funcionamiento político de un
modo que pasa desapercibido al ciudadano. Grandes reformas que da la sensación
de que se introducen por la puerta de atrás.
En este tipo de
consideraciones están las raíces del Brexit. Unidas a muchos otros tópicos como
el orgullo nacional, diferencias culturales entre las islas Británicas y el
continente, asuntos de inmigración y muchos otros.
La postura
predominante en España de que todo lo que venga de Bruselas es bueno no resulta
positiva. La opinión frecuente en Reino Unido de que todo lo que venga de
Bruselas es malo tampoco. La razón, como casi siempre, está en el término medio
que es donde vive la virtud. Cada reforma y cada propuesta debe analizarse en sus
propios méritos.
Analizaré más a
fondo el Brexit con algunos artículos adicionales sobre el antes, el durante y
el después del proceso que ha llevado (mejor dicho, que llevará) a la salida de
UK de la UE. En el momento de escribir estas líneas el gobierno ha perdido un
juicio sobre si el Brexit (invocación del artículo 50 del Tratado de Lisboa)
debe ser aprobado por el parlamento (Comunes y Lords). El gobierno creía tener
la legitimidad para comenzar el proceso de separación de la UE sin consulta
parlamentaria pero los jueces opinan lo contrario. Es lo bueno de la actualidad
política, que siempre da motivos para escribir más posts en el blog.